Enrique Cervera

Pues sí, otro blog de Comunicación

Más que un libro

ImpulsosHabía pensado escribir: “Acabo de terminar un libro”. Pero enseguida he tachado (en mi cabeza, dónde habrán ido a parar mis gomas de nata), pues sin haberme dado cuenta, de nuevo había vuelto a comenzar a leerlo: Con los años había aprendido a dibujar en el aire las formas más inverosímiles tan sólo con las volutas de humo que salían de su boca.

A ver, yo quería escribirles de un libro, de ese libro que no más terminas vuelves a abrir, y de paso reflexionar con el improbable lector sobre esa fórmula de financiación que llamamos crowdfunding y que bien podríamos llamar colecta masiva o a lo bruto, pero que conocemos en su nombre inglés y muy probablemente sea así para siempre por los mismos motivos por los que cuando un amigo (o un presidente del Gobierno) no da señales de vida nos preguntamos: ¿este tío está missing o qué c. le pasa?

Lo que sucede es que no es un libro cualquiera. Entiéndanme bien: de alguna manera sí, es un libro común, tiene sus tapas y fue encuadernado a mano en una imprenta (de Badajoz, por más señas, lo cual da verosimilitud a su existencia, pues a nadie se le ocurriría inventarse tal detalle). Tan libro es que huele a libro, ese olor característico mezcla de pasta de papel, tinta e inteligencia derramada. El olor es algo más en lo que ‘Impulsos’ (olvidé decirles que también tiene título, también en ese aspecto es un libro común) gana por goleada al más moderno ebook, que si huele a algo es porque vas leyéndolo en el metro, mal acompañado o al menos demasiado acompañado.

Así que es un libro en apariencia normal pero no un libro cualquiera, si es que semejante categoría existe. Es un libro con apenas 99 hermanos, cada uno rigurosamente ordenado, los que acompañan al número 74 que me trajo el cartero. Y sí, se trata de un libro un poco especial no sólo porque lo comprara antes de saber lo que me depararía pues en eso compite con muchos otros, los libros inesperados, que son los mejores, porque acompañan a la vida en su rasgo más hermoso e inevitable: la imprevisibilidad y la sorpresa.

En realidad, no sé si aquel crowdfunding de antes del verano constituyó una compra. Leí en una red social (si Facebook quiere que le haga publicidad, tendrá que pagarme aunque sea poco) pues en realidad era un trato: si me ayudas a publicar este libro, te daré un ejemplar (lo que sería el número 74 lo supe mucho más tarde). Pero admito que si el trato hubiera sido: si me ayudas a publicar este libro te mandaré una canción de Edith Piaff por una determinada red social (lo mismo que dije de Facebook, lo digo de Spotify, paso de hacerles publicidad gratuita), también hubiera ayudado con una contribución tan modesta como la que solicitaban May Gañán y Josemaría Mejorada, sus autores. En eso también es ‘Impulsos’ un libro común: tiene autores pues ambos han realizado al alimón texto e ilustraciones. Pero la esencia del crowdfunding (como la de la colecta) no es comprar, sino compartir (y ésta era la sencilla reflexión que quería compartir, yo también, con quien se haya asomado al otro lado de la pantalla desde la que les escribo).

Ah, sí, el texto y las ilustraciones. Esto sí que hace distinto a este librito nacido del crowdfunding, de una imprenta de Badajoz (madre mía, qué extraños compañeros de cama hacen las letras) y sobre todo de la sensibilidad infinita de sus autores. Sólo de gente muy especial (alarguen mmmmmucho la m de ‘muy’) puede nacer un libro cargado de tanta ternura, de un humor tan sutil y de una mirada que es capaz de atravesar sin apenas detenerse las esferas sólo en apariencia separadas de la alegría, la tristeza, el amor o el vacío del tiempo que se cree perdido (como si hubiera otro…)

Son 20 cuentos y uno más añadido (misterios y técnicas secretas del crowdfunding, me temo) en el que increíblemente descubrí cómo se hizo el mundo (¡cuánto horror nos hubiéramos ahorrado de haber sabido la historia verdadera!). Veinte cuentos deliciosos, que sencillamente no serían lo mismo sin las ilustraciones que los acompañan, tan sencillas, delicadas y auténticas, que recogen escenas extraordinarias con chicas tomando el sol o totalmente habituales como toros friendo huevos. Cuentos en los que a veces aparecen nombres que nos arrastran no sabemos bien a dónde (Jael, Serena, Turquoise) y en otros sólo personajes anónimos (extraños o, es verdad, no tanto) que transitan pequeñas historias, alguna tan breve como el vuelo homicida de un cuchillo, que se deslizan a nuestro corazón y a nuestra conciencia dormida o quién sabe si mal enterrada. Historias en Nueva York, en una dehesa de vaquitas flacas o simplemente en el umbral de una casa en la que alguien creyó ser feliz. Y con ese alguien, inevitablemente nosotros, pues ‘Impulsos’ nos sitúa frente al espejo de nuestras propias emociones, algunas a flor de piel y otras que creíamos sepultadas entre las herrumbres de la memoria y que ellos, May y Josemaria, rescatan con sus palabras y sus trazos, para nuestro placer.

El libro lo prologa un tipo que se llama Jorge Morel, igual que el guitarrista argentino que vive en NY y a Verkami.com el portal de crowdfunding para creadores al que estos dos artistas acudieron tampoco le haré publicidad gratuita, faltaría más.

Consejo final: dejen de leerme a mí y búsquenlos a ellos. Merecen la pena.

 

 

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Malos tiempos para la estocástica

En muchas disciplinas científicas se utiliza el término de “variables estocásticas” para aludir a variables de difícil previsión por depender de otras. Por ejemplo, los índices de la bolsa. De alguna manera, un comportamiento estocástico es un comportamiento inesperado. A mí me gusta la palabreja, la verdad, y si hundimos la mano en las herrumbres de su pasado (todos tenemos un pasado, también las palabras) nos encontramos con que este término servía para designar en la antigua Grecia a los videntes.

En política, como en la vida, también existen comportamientos inesperados, evidencia que yo suelo atribuir a una vieja convicción que resumo en un aserto quizás algo grosero pero creo que acertado. Es éste: “La gente cuando vota tiene muy mala leche” lo que explica que en ocasiones sucedan cosas que parecían poco menos que imposibles y que para muchos resultan también inexplicables. Comportamientos inesperados que hacen que en muchas ocasiones las encuestas, o por decirlo más concretamente, quienes las hacen y las interpretan, queden como Cagancho en Almagro.

Aplicado a la realidad más próxima, resultaría estocástico (y yo diría que hasta supercalifrástico) que el PSOE ganara las próximas elecciones andaluzas. Estadísticamente, sin embargo, lo hizo siempre entre mayo de 1982 y mayo de 2011. Lo hizo, incluso, cuando todas las encuestas les pronosticaban (sí, igualito que ahora) una derrota. Lo más estocástico fue en marzo de 1996, cuando el PP pasó de estar a cuatro escaños del PSOE (resultado de 1994) a estar a 12, rotundo éxito de Javier Arenas que ha logrado ocultar a base de repetir tenazmente siempre-que-me-presento-mejoro-los-resultados y sobre todo a base de que en el PSOE haya poca memoria histórica (o afán de borrarla, claro).

Yo viví aquella campaña como periodista, en la caravana del candidato Chaves, por el que nadie daba un duro. De haber conocido la palabrita, hubiera pensado que el que volviera a ganar resultaría superestocástico y hasta espialidoso. Hemos dicho que lo estocástico es algo inexplicable, cuando en realidad se trata de fenómenos inexplicados, que no es lo mismo. Aquel comportamiento inexplicado del electorado andaluz, que devolvió a Chaves lo que le había quitado dos años antes, tenía en realidad, una explicación compleja, que atendía a múltiples variables: desde la fenomenal campaña de obstrucción institucional que pasó a la historia como “la pinza” (y que dibujó a sus protagonistas como políticos irresponsables), hasta la movilización del electorado progresista, galvanizado por un tal Felipe González.

Aquella movilización, sin embargo, distó mucho de ser espontánea y tuvo mucho de inducida por el PSOE, que puso toda la carne en el asador (incluido un acto público con Escuredo y Borbolla en San Fernando), combatiendo electoralmente casa por casa, con mítines en cada pueblo y cada barrio (no, no había twitter…). Un PSOE en el que aún estaba vigente el Estado de Guerra (con mayúscula y con minúscula) motivado por el brutal enfrentamiento entre partidarios de Alfonso y de Felipe, pero que se sacudió ese marasmo y combatió hasta el último minuto, seguramente porque no sabía que su victoria era imposible.

Sinceramente, desconozco las variables (aunque alguna me la puedo imaginar, han estado entretenidillos en otros menesteres) que explican que el PSOE-A apenas haya comenzado su campaña electoral cuando apenas faltan 23 días para que ésta termine. Tal vez sea para coger al enemigo por sorpresa, pero no doy crédito que uno pinche en la web del PSOE y se lea “29 de febrero, no hay eventos”. A ese ritmo lo que no hay es lugar para lo estocástico, desde luego.

 

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