Enrique Cervera

Pues sí, otro blog de Comunicación

Ehhhhhhhhhhhhhhhhhh

La más reiterada, la más precisa, la más concreta y la que mejor resume el pensamiento, la capacidad política y la hoja de ruta ante la crisis, en fin, la mejor frase de Mariano Rajoy, presidente del Gobierno de España, la más conceptual, creativa, y rotunda, no es otra que aquella con la que empieza y termina prácticamente todas sus escasas manifestaciones públicas y no es otra que «ehhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh».

Ayer, a su llegada a Chicago, dio muestras de esa tendencia a no decir nada, a no comunicar nada, prácticamente a no saber nada de nada. Las noticias de agencia rezaban (y no ironizo): «El presidente del Gobierno ha dudado de que el presidente francés aconsejara a la banca española acudir a los fondos europeos». Bueno, sobra el complemento, en realidad, bastaba con decir «El presidente del Gobierno ha dudado». Sí, y le oímos decir nuevamente, como frontispicio de su pensamiento, cargado de coraje y determinación: «ehhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh». Y luego, «no creo que Hollande haya dicho eso».

Rajoy no cree, no sabe, duda, aunque lo haya escuchado media Europa. Y luego, cuando parece que ha criticado al presidente francés («el Sr. Hollande no sabe cómo están los bancos españoles»), en realidad no critica a nadie sino que describe una situación que además justifica con su lógica aplastante, porque de lo que añade después («El Gobierno cuenta en estos momentos sólo con la valoración del Banco de España y ha encargado dos evaluaciones externas para conocer cuál es «exactamente» la situación de los bancos») se desprende que Hollande «lógicamente» no puede saber cómo están los bancos españoles no porque sea el presidente de otro país sino por la evidencia escalofriante de que el primero que no lo sabe es el Gobierno español, ni su presidente. Y para rematar su mensaje de confianza, autoridad y credibilidad, subraya: «Si lo dijo [Hollande] es porque tiene datos que los demás no tenemos».

En la infinita bondad que caracteriza a determinados afilados críticos (de ZP), algunos sostenían ayer que con estas palabras y actitud, Rajoy ironizaba. ¿Un minutito para tratar de definir «ironía» en este contexto comunicacional? Sí, porfa, que no parezca que merced a la crisis sólo nos preocupa ya sobrevivir como lobos acosados… La ironía es un recurso que se basa en el contraste entre lo que se dice y lo que se quiere decir, una manera de desvelar un mensaje implícito contrario al explícito que se verbaliza. Un poner: “Arenas, ese gran candidato…”,Scarlett, tan feucha como acostumbra…”

Pero en el Caso de Rajoy (título de una gran película friki aún por rodar, tiempo al tiempo) ante lo que nos encontramos es que el mensaje implícito real no sólo no es contrario al explícito, sino que es aún más brutal. Si Rajoy ironizara, ese «sólo tenemos los datos del Banco de España» quería decir «François, mon cheri, deja de decir mamarrachadas que el que tiene los datos del Banco de España C’EST MOI«. Pero, ay, pas de tout.

No hay ironía (ojalá). Sucede más bien que estamos oyendo a un presidente del Gobierno de España diciendo que como su Gobierno «sólo» tiene los datos del Banco de España pues ha tenido que pedir dos valoraciones de compañías extranjeras privadas (seguro que lo ha hecho mediante concurso público y la Intervención del Estado está atentísima a ver el procedimiento y coste para las arcas públicas, como si lo viera) para conocer «exactamente» la situación de los bancos. (¿»Sólo»? este tío dice «sólo tengo los datos del Banco de España” y luego se fuma un puro?. Actúa como presidente o está charloteando sobre el Tour de France (con perdón)?)

No. No hay espacio para la ironía. Ahora vemos que cuando habló de los hilillos plastiformes para referirse a la marea de petróleo que ennegreció las costas de su Galicia natal, no ironizaba. Sólo demostraba lo que es y lo que pasaría si llegaba a presidente. Está pasando y lo estamos viendo.

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L’incertitude (‘Toquen La Marsellesa’)

Buena parte de la prensa, no sólo española, ha recibido la victoria de François Hollande como un aldabonazo que siembra la incertidumbre en Europa. Puede ser. Lo que pasa es que muchos no lo verán mal.

Verán, si uno está plácidamente en su hamaca –“esto es vida”, que diría mi hijito— y algún sobresalto le provoca inquietud, la incertidumbre sobre lo que puede estar sucediendo fuera de nuestro control (¿es el perro, son ladrones?) se convierte en una sombra, un punto oscuro que siembra el desasosiego en nuestro corazoncito. Mal rollito, vamos. Pero si uno está subiendo, engrilletado de pies y manos, por la escalera (robusta y segura, eso sí) que le conduce al patíbulo, entonces, que se abra una puerta, se oigan voces lejanas, y asome una luz al otro lado del corredor de la muerte, pues sí, siembra inquietud pero también esperanza de que el camino seguro hacia la soga de la recesión (y al retroceso civil que acarrea, traducido en forma de paro y liquidación de los avances sociales madurados durante décadas) se detenga. Esa es la incertidumbre que viene desde la Bastilla, y no es la primera como bien saben las cabezas coronadas que daban seguridad a toda Europa hasta el 14 juillet 1789. Vive l’incertitude, mais oui!

No quería hablarles Francia. La mayoría hemos desembuchado la amalgama de sentimientos colgando en las redes sociales la escena de Casablanca en la que Viktor Laszlo desafía a la seguridad nazi, y francesa, por cierto, encarnada en el cínico e inolvidable capitán Renault: “Toquen La Marsellesa”). Pero si quería compartir apenas una pinceladita sobre otro asunto: la incertidumbre y la política.

¿Cuánto aprenderemos que si la política es como la vida la incertidumbre forma parte de ella, inexorablemente, y que la certezas son casi siempre sinónimo de fracaso? De casi todas las cosas que estábamos seguros hace apenas unos meses –no digamos unos años, no digamos hace unas poquitas décadas— apenas queda nada.

Los mismos que hace apenas unos telediarios resumían su programa en un sutilísimo “primero el déficit, segundo el déficit y tercero el déficit” (“Sutilidad”: dícese de algo que desconoce Cristóbal Montoro), ahora aseguran que no ha sido Hollande quien ha puesto la cuestión del crecimiento en la agenda europea, sino Mariano Rajoy. Vaya, vaya.

Y aquí, más cerca, quienes daban por segurísima la victoria de Arenas, ahora le echan la culpa al empedrado y al propio Javier, contra el que se ha abierto la veda, así que me lo imagino repasando compulsivamente la munición y tratando de averiguar quién de los que le rodea se está preparando para un papel en el probable remake a la andaluza de Los Idus de Marzo.

En fin, hace apenas cinco meses nada parecía más seguro que un largo período de hegemonía del PP en España, tras la explosión político-nuclear que asoló al PSOE el 20-N, mientras que anoche una cámara oculta nos hubiera mostrado a un Rajoy, en la soledad de sus tupperwares, implorando a Panoramix, el Druida galo, que algún socialista lo rescate del calabozo en el que Frau Merkel  lo tiene aun estricto régimen presupuestario de pan y agua, sistema de adelgazamiento electoral que amenaza con pulverizar los récords de la Dieta ZP en 18 meses.

Oí recientemente a alguien sostener que únicamente verán el Paraíso de la Recuperación aquellos que no duden ni titubeen aplicando las política de austeridad. Y sin embargo, yo, que estuve en Berlín (y había muchas formas de estar, pero me refiero a estar físicamente en 1989, detrás de los vopos que cuidaban, también muy seguros ellos, que no cayera aquel Muro), creo que el que menos duda, antes se la pega. Al tiempo.

PD: Perdón por mi intermitencia y gracias por vuestra insistencia, pero París bien vale una misa…

 

 

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