Llegada la triste hora de las alabanzas, el recuerdo al que una gran mayoría anuda al Presidente Adolfo Suárez es el del consenso.
La memoria es siempre selectiva y además, en este caso, a lo largo de los años la derecha española ha ido levantando un muro de brumas que dulcifican el pasado y tratan de oscurecer la resistencia de la parte más reaccionaria de nuestro país a las reformas que puso en marcha Adolfo Suárez.
La verdad es que las grandes cosas que hizo Adolfo Suárez, sus golpes de determinación y su capacidad de arriesgar, los grandes avances por los que le recordamos, ni de lejos fueron decisiones por consenso. O, al menos, no con el consenso de buena parte de la derecha, de credo franquista y confesional y enquistada en altas instituciones del Estado, empezando por el Ejército, que en esa época seguía viéndose a sí mismo como el vencedor de la Cruzada.
¿Alguien va a convencernos de que la amnistía que sacó a los presos vascos a la calle –muchos de ellos condenados por delitos de sangre-, contó con el consenso de la derecha?
La legalización del Partido Comunista de España la tuvo que aprobar Adolfo Suárez cuando media España -y la mayoría de los cuarteles- estaban desiertos con motivo del Sábado Santo. La memoria es selectiva, sí, pero las hemerotecas son tercas y los editoriales de un buen número de medios de comunicación que hoy ensalzan a Suárez lo ponían a caer de un burro por haber abierto la puerta de las instituciones a los comunistas.
La ley del divorcio se aprobó tras una feroz guerra interna en la propia UCD donde el sector democristiano -que luego se pasó en masa al PP- se oponía a algo tan elemental como que la gente se case y se descase cuando le dé la gana. Esa era nuestra derecha, la misma que saca ahora los dientes con la bochornosa ley del aborto.
Y lo mismo podría decirse de la reforma fiscal de Fernández Ordóñez o del restablecimiento de la Generalitat de Cataluña. Dejémonos de bromas: si hubiera sido por Manuel Fraga, cuando Josep Tarradellas dijo “Ja soc aquí”, acto seguido se habría oído una voz policial diciéndole que donde iban a estar ya mismo era en la sórdida comisaría de Via Laietana.
Puestos a decir algo negativo del Presidente Suárez, tampoco actuó como un hombre de consenso con Andalucía: con el despropósito del 28-F (y presionado por la misma derecha y por el estamento militar que deseaba meter en cintura al Estado de las Autonomías) destrozó a su partido en esta comunidad, le dimitió el ministro Clavero y trató de dividir profundamente a los andaluces con aquella infame pregunta y el eslogan de “éste no es tu referéndum”.
La derecha española, tan falta de referentes históricos (al menos que no aparezcan con sable en retratos ecuestres) dibuja a Adolfo Suárez como un hombre de consenso para intentar ocultar que, por hacer las cosas que esa misma derecha detestaba, lo denigraron hasta forzar su dimisión y luego, cortándole el grifo de la financiación a través de los bancos, hundieron su proyecto político, el CDS que se había convertido en un estorbo para los planes de refundación de un gran partido conservador, lo que hoy conocemos como PP.
Lo que sí distinguió a Adolfo Suárez fue su valor, su coraje y su determinación para cumplir lo que se había propuesto.
Valor personal admirable manteniendo en pie el honor de la democracia junto a Santiago Carrillo y el General Gutiérrez Mellado en el Congreso, donde mandó cuadrarse a los militares felones que lo encañonaban.
Y valor a la palabra dada. Virtudes raras en aquella época y prácticamente inexistentes en la política de hoy. Descanse en paz y respetemos, de verdad, su memoria.
Artículo publicado en www.andalucesdiario.es el 25 de marzo de 2014