Enrique Cervera

Pues sí, otro blog de Comunicación

Lazhar y el espejo

Artículo publicado en www.cineandcine.es. 

Aunque este modesto blog lleve por título CineAnd…Política, aquí las promesas se cumplen, de manera que como les prometí, alternaremos comentarios sobre películas consagradas en las que Cine y Política se funden, con otros sobre cintas (¿dije cintas? ¿aún queda alguien que diga cintas?, ay, que me estoy haciendo mayor…) más actuales. Hoy les traigo, aunque de política apenas tenga el trasfondo, una película canadiense,‘Profesor Lazhar’. Por aquí la ficha técnica, por aquí un tráiler en v.oy en español. C’est facile, n’est-ce pas?

En ‘Profesor Lazhar’, guionista y director, (son el mismo: Philippe Falardeau), pisan el campo minado de los sentimientos, un drama que nace entre las cuatro paredes de un aula de primaria, el abono perfecto para los efectos lacrimógenos, para un remake deRebelión en las Aulas’, o para una reedición infantil de La clase. Pero no, todo lo contrario: se trata de una historia diferente, sutil, bien narrada (vale, algo lenta: cuánta prisa siempre, dónde iremos siempre corriendo…), en el que dos tragedias atraviesan el tiempo y la vida de nuestro protagonista, encarnado por un polifacético actorazo,Mohamed Felag, que todo lo hace fácil. Dos tragedias, sí: una de origen político, en la Argelia natal del profesor Lazhar (y del propio Felag) y otra tragedia simplemente humana que impacta en la vida de los niños. Qué difícil debe ser dirigir a niños y qué bien lo hace este Falardeau, estudiante por cierto de Ciencias Políticas antes de dedicarse al cine (los caminos del Señor son inescrutables, pero en este caso le alabo el gusto).

Llovía afuera de la Alhondiga bilbaína donde vi la película (a veces huele a palomitas durante los congresos que se celebran una planta más arriba) y aunque las primeras escenas son de nieve y la trama se desarrolla durante un frío invierno, hay una calidez contenida en cada metro, una voluntad de autenticidad, un acierto en reflejar los miedos del ser humano (a la muerte, al rechazo, al dolor, a la culpa, a la ausencia) que atrapan al espectador desde el primer momento. No hay bombas emocionales, ni demagogia en el manejo de los sentimientos, que discurren por cauces auténticos que dicen mucho, y bien, de la sinceridad de la película y sus autores.

¿Y Política? Ah, sí, la política… Pues sí, como señalaba antes hay Política en el trasfondo del film. El protagonista es un inmigrante, más bien habría que decir exiliado (pero dejemos que esto lo aclare la policía quebecquesa…), que, como tantas veces sucede en la vida, buscando una salida encuentra sin embargo otra: inesperada, dolorosa y a la vez emotiva y esperanzadora como un sentido abrazo de despedida. Todo el dolor se concentra en una fotografía de seres queridos –y seres perdidos— observada desde una tristeza que no se muestra pero se intuye infinita. Todo el miedo se adensa en una mirada durante una visita a comisaría. Miedo, tristeza, dolor son sentimientos humanos pero también muchas veces, aquí desde luego, la expresión de la Política como violencia, de la Política como enfrentamiento, de la Política como discriminación, de la Política como motor del exilio o el destierro.

Sí, en ‘Profesor Lazhar’ la política se dibuja como un escenario del pasado no tan remoto, un pasado cruel que golpea a nuestro Profesor en lo más hondo, una herida, que, sin embargo, él no sólo ha de sobrellevar durante el resto de sus días sino que debe mostrar ante la mirada escéptica de quien sólo ve en él a un argelino cincuentón sospechoso de querer quedarse a vivir en Quebec. Así es a veces la Política (migratoria) y así es el espejo que ya podemos imaginar qué imagen nos devuelve de nosotros mismos y de cómo tratamos a los que absurdamente consideramos los otros.

http://blogs.cineandcine.es/politica/2012/06/28/lazhar-y-el-espejo/

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Rumbo a Grecia o rumbo a Francia

Es posible, sólo posible, que en algún paseo perdido durante este fin de semana, el coordinador general de IU en Andalucía y vicepresidente del Gobierno andaluz, Diego Valderas, haya barajado la posibilidad de que las circunstancias –ese pequeño contratiempo que sabotea las estrategias políticas— no le permitan hacer lo que persigue: sacar a Izquierda Unida del rincón de la protesta y convertirla en una fuerza de gobierno que garantice que los retrocesos del PSOE no se traduzcan, como hasta ahora, en un avance de la derecha sino en un giro hacia políticas más nítidamente progresistas. Tal vez se pregunte si le dejarán hacer: cambiar la inercia que conduce a la irrelevancia y el testimonialismo.

Hay una parte de la izquierda, que anida en IU pero cada vez más fuera de ella, que considera infinitamente más coherente instalarse en la denuncia de las contradiccionesinherentesalsistema (tengo una edad), que fajarse en amortiguar los efectos del puñetero sistema. Es un clásico más latino que marxista, Fiat iustitia et pereat mundus: mientras más se agudice y visible seas la perversidad del sistema, antes se acabará (y se verá que los puros de corazón teníamos razón). Y si por el camino mucha gente se queda sin un transplante o un colegio, se siente. Una izquierda que en parte se hace acompañar de música soviética y que despide con salvas de honor al camarada Kim Jom Il (me gustaría estar fabulando, pero no).

Hay otra izquierda, que está en el PSOE pero también fuera, que ha perdido toda referencia a los objetivos transformadores que la alumbraron, y se limita a capear el temporal, asumiendo acríticamente los dogmas del sistema tanto da que, como hace unos años, nos animen al apalancamiento financiero y al boom inmobiliario, como que ahora nos crucifiquen con el tridente de déficit-déficit-déficit, ag. Lamentablemente, es la Izquierda del 10 de mayo, fecha en la que ZP giró la nave socialista contra su base social, y me temo que la izquierda que explica que lo que pierde el PP en estos meses –y pierde fuelle a pasos agigantados— no lo gane el PSOE, posiblemente por no presentar una alternativa como la sí articuló Hollande. (Oui, on peut). Quizá para eso falte tiempo, o quizás falten ganas y determinación, ya veremos.

Como en el chiste en el que Dios ofrece su mano para salvar al náufrago, dan ganas de gritar: “¿No hay nadie más?”. Sí que hay, claro que hay: es más, estoy seguro que la mayoría de electores de izquierda –también de esa izquierda cuya fuerza se va por el sumidero del sistema electoral, como Equo y demás– están más en un terreno de nadie que en estos extremos que conducen, por activa o por pasiva, a la esterilización de la izquierda española, también andaluza. En caso de guerras –y esta crisis se parece bastante a una guerra, con sus daños inmensos, la desaparición del futuro y una enorme carga de rencor y desesperanzan–, la gente moderada, que suelen ser las de convicciones más solidas, corre el riesgo de caer atrapada entre dos lógicas tan enfrentadas como inútiles y que no hacen más que desactivar el potencial transformador que da sentido a las fuerzas de progreso.

La experiencia del Gobierno de coalición de izquierdas en Andalucía no es poca cosa y su futuro en buena medida determinará el futuro de la izquierda en España. La advertencia a los socialistas no ha podido ser más evidente (desde mayo del 2010, sus tres primeras derrotas en Andalucía, una detrás de otra). De otra parte, algunos en IU, posiblemente los mismos que han decidido que Valderas se merece un pulgar hacia abajo y empiezan a moverle la silla desde las redes sociales, deberían pensar que la famosa “acumulación de fuerzas” –que es como el viaje al centro del PP, no acaba nunca– hasta ahora ha consistido, esencialmente, en que IU recoge el voto de los cabreados del PSOE, que se vuelven al PSOE cada vez que se les pasa el cabreo. Es de temer que en un futuro, hasta ese escenario sea ya una quimera. Si fracasa el Gobierno PSOE-IU, la pulsión de las opciones populistas será aún más fuerte en toda España, seremos más Grecia que Francia. La izquierda española se merece más que eso. Y Diego Valderas y su arriesgada apuesta transformadora (pues nada resulta más difícil que transformarse a uno mismo) también. Así que mejor que lo dejen.

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El liderazgo del zig zag

Esta mañanita nos hemos levantado con un nuevo volantazo del presidente del Gobierno. Veamos la secuencia última del zigzag en el que este señor, el que iba a presidir un Gobierno-como-dios-manda: hace apenas tres semanas sostenía que los bancos españoles no necesitaban rescate alguno, que si lo sabría él y no Hollande (que se había permitido decir al llegar Chicago que el rey estaba desnudo). Zig.

Una semana después firmaba el rescate (o mandaba a Guindos a hacerlo, aunque tiene pinta de que fue viceversa) y lo presentaba no ya como un éxito incontestable (línea de crédito en condiciones extraordinariamentepositivas, como se hartó de repetir el ministro de Economía) sino también como fruto de su legendaria capacidad de presión (si lo sabrá Aguirre, mira cómo tiemblo). Zag.

Esta mañana otra vez Zig y el rescate no sólo ya no es un éxito del Gobierno sino que empuja a España a un desastre económico de imprevisibles consecuencias. Impresionante: es un conductor que cuando lleva  a base de volantazos a todo el pasaje volando de un sitio a otro del autobús, agarrándose como puede a cortinas, respaldos y apoyabrazos, gritando y suplicando, entonces va, enciende un puro, y dice, como ha hecho hoy: Señores, me parece que no vamos bien. ¿Y este es el presidente que iba a traer la confianza a España? Madredelamorhermoso.

Claro que nos dirán que el comportamiento de los mercados es imprevisible y que la situación es complejísima e inabordable. Lo es. Pero como todas las verdades a medias, ésta es una de las peores mentiras. A este Gobierno, como a todos los gobiernos del mundo, se le juzgará políticamente, es decir, por su capacidad política de hacer frente a las dificultades, por grandes que sean. Políticamente, en mayores dificultades estaba Adolfo Suárez cuando un tipo con tricornio que le odiaba personalmente le puso el nueve corto en las costillas, a cañóntocante. No arregló la situación, no podía, pero no la empeoró y además hizo algo muy importante para el futuro: dar la talla como político, demostrando sin atisbo de duda su valentía y determinación como dirigente (la misma que le permitió legalizar al PCE desafiando a la cúpula militar, a la que tenía más motivo para temer que Rajoy a Frau Merkel, créanme). El propio Suárez dijo de un rival: “Yo legalicé al PCE y éste no se hubiera atrevido a legalizar ni a las hermanitas de los pobres”.

Ciertamente, la tragedia que vive nuestro país y que ha partido el espinazo del Estado de Bienestar y, lo que es peor, la autoestima de los españoles es fruto de muchas responsabilidades. Desde luego, del anterior Gobierno (no hay un solo día que no me acuerde de la carita y los remilgos de Elena Salgado, me lo tengo que hacer mirar) y del anterior al anterior, con su brillantísima política de liberalización del suelo y el posterior boom inmobiliario que nos ha hecho boom en los morros a todos los ciudadanos. Pero a los gobiernos anteriores ya los juzgaron los españoles y a ZP, al que habían votado con todas sus fuerzas, lo echaron por la ventana.

Ahora les toca el turno a ellos y en especial al lumbrera de la Moncloa. Tendremos que juzgarle por muchas cosas que nada tienen que ver con la complejidad de la situación sino con su propia capacidad para el liderazgo, que representa un conjunto de cualidades que pueden ser evaluadas al margen de las dificultades objetivas a las que se enfrente. Es más, los grandes liderazgos históricos han surgido siempre en época de fuertes retos y dificultades (ahí está la gracia, claro). Demos sólo unas pinceladas de algunos aspectos por los que habrá que juzgar al actual presidente del Gobierno:

Por su visión estratégica (genial negarse a recibir al candidat Hollande por orden la de la Frau, ahora Sarko purga su derrota en un calabozo de la bastilla política francesa y Rajoy tiene que rogarle al francés que no ceda en su apuesta por el crecimiento. Dios mío, cómo se la está tragando).

Por su clarividencia, crucificando al Banco de España para salvar el culo a Rato, a Aguirre –que tenía las competencias en la supervisión de Cajamadrid– y a sí mismo, sin lograrlo, y además dando, ahora sí, la impresión de que las cuentas españolas tenían una supervisión tan rigurosa como la griega.

Por su arrojo y valentía, al intentar no dar nunca la cara y al final presentarse como triunfador de un duelo –el del rescate bancario—del que había salido con el rabo entre las piernas, como hoy mismo ha reconocido en México, ándele.

Por su visión y compromiso de Estado, cuando afirmaba que la prima de riesgo de España se llamaba Zapatero. Y ahora resulta que la prima es Rajoy.

Y los primos, todos nosotros.

 

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Bloguero de atrezzo en Cineandcine

Entretanto vuelvo a estos menesteres (gracias por vuestra paciencia e interés, que no merezco), os dejo el enlace al post que he publicado hoy en www.cineandcine.es, una revista digital de cine que merece un óscar a la ilusión y el emprendimiento. Me han pedido que escriba de Cine and… Política y ahí estamos, aunque sea de atrezzo. ¿Quién dijo miedo? (no contesten: silencio, se rueda)

«Escribir de algo a lo que casi todo el mundo con sensibilidad ama (el cine) en combinación con algo de lo que todo el mundo con sentido común recela (la política) tiene su aquel, no se crean. Y, sin embargo, aquí me tienen, en parte por mi mala cabeza y en parte por la generosidad de quienes impulsan este proyecto de película y a los que en estas primeras líneas tengo que dar las gracias por contar conmigo, Laura Ruiz Bernal, la fuerza hecha mujer y Francisco Pérez Gandul, Pacopérez, el padre de Malamadre, y no es un trabalenguas.

Aunque corran malos tiempos para la Política (ojo a la mayúscula, de la que se hace en minúsculas no encontrará aquí nada el navegante) y eso es responsabilidad de quienes la ejercen (me meteré en tal saco, aunque ya lo dejé atrás, afortunadamente), Política habrá siempre, con nosotros o sin nosotros y en este último caso ya sabemos que además será contra nosotros.

Sin embargo, hay otra Política con la que sí nos hemos sentido reconocidos, reconfortados, dignificados. Una Política que además ha dado metros gloriosos en la historia del cine. Si les apetece, a la vez que sigamos la actualidad cinematográfica relacionada con la política (confieso que me perdí ‘Los Idus de marzo’, habrá que arreglarlo), podremos ir recordando algunas de las películas o simplemente escenas en las que Cine y Política se tocaron, se fundieron y nos demostraron que cuando menos lo esperamos, el diablo se pone de nuestra parte (sí, es de una canción de Sabina).

Era un crío cuando me llevaron a ver Todos los Hombres del Presidente. Naturalmente, no salí de la sala queriendo ser político (garganta profunda, agg, ejem, ejem) sino queriendo ser periodista. Hasta ese mismo año (1976), no se estrenó en España una película rodada casi cuarenta años antes, ‘El Gran Dictador’. Apenas podía entenderla (si era de Charlot!!!!) hasta que pude verla y emocionarme con el discurso final, probablemente el más bello alegato por la cooperación y la paz que jamás haya encontrado cabida en el celuloide. Sí, pensándolo bien, y oyendo de nuevo aquellas palabras (¿hacemos una paradita ahora?), oyendo de nuevo que “la codicia ha envenenado el alma del hombre” (les suena, verdad, ¡cuánta actualidad!), tal vez nos encontremos con la Política hermosa, que hunde sus raíces en los mejores ideales del ser humano.

Con la Política en el Cine nos hemos reído con Ninozka, desternillado con el gran gran Josef Tura, estremecido con Schlinder, y hasta colado donde a los más poderosos ejércitos les llevó años hacerlo, permitiéndonos convertirnos en testigos de la historia.

El Cine nos ha traído, sí, muchas veces a la Política mezclada con el humor, con el horror, con el pasado reciente o con el remoto, con la vida de los otros o con la muerte del César. Para mí, sin embargo, ninguna combinación más explosiva que el cóctel de cine, política y ese gran motor de la historia que es el Amor. Para gustos están los colores, pero para mí no hay escena más arrebatadoramente política que una en la que solo se pronuncian cuatro palabras. Una escena en la que dos hombres miran con gesto preocupado a un grupo de uniformados que cantan desenfadadamente. Una escena en la que uno de ellos, llamado Viktor, cargado de certezas morales aunque arrastrando una vieja duda en el corazón, baja las escaleras con calma, cruza la sala ante la mirada atenta de su enamorada y resuelve la escena con esas cuatro palabras que dieron un giro a la guerra y a su historia de amor: “Toquen La Marsellesa. Tóquenla”.

A mí me toca poner el final de este primer post, cuya lectura les agradezco. Hay tanta de esa Política en el Cine, tantos ejemplos que nos emocionan, nos enseñan, nos zambullen en nuestra historia, que les confieso en este momento mi alegría por inaugurar con el resto de blogueros y con todos los navegantes que se asoman al otro lado del cristal este reto apasionante –sí, de película— que supone CineAndCine. ¡Acción!

En su sitio original, que os recomiendo: http://blogs.cineandcine.es/politica/

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