Enrique Cervera

Pues sí, otro blog de Comunicación

Bloguero de atrezzo en Cineandcine

Entretanto vuelvo a estos menesteres (gracias por vuestra paciencia e interés, que no merezco), os dejo el enlace al post que he publicado hoy en www.cineandcine.es, una revista digital de cine que merece un óscar a la ilusión y el emprendimiento. Me han pedido que escriba de Cine and… Política y ahí estamos, aunque sea de atrezzo. ¿Quién dijo miedo? (no contesten: silencio, se rueda)

«Escribir de algo a lo que casi todo el mundo con sensibilidad ama (el cine) en combinación con algo de lo que todo el mundo con sentido común recela (la política) tiene su aquel, no se crean. Y, sin embargo, aquí me tienen, en parte por mi mala cabeza y en parte por la generosidad de quienes impulsan este proyecto de película y a los que en estas primeras líneas tengo que dar las gracias por contar conmigo, Laura Ruiz Bernal, la fuerza hecha mujer y Francisco Pérez Gandul, Pacopérez, el padre de Malamadre, y no es un trabalenguas.

Aunque corran malos tiempos para la Política (ojo a la mayúscula, de la que se hace en minúsculas no encontrará aquí nada el navegante) y eso es responsabilidad de quienes la ejercen (me meteré en tal saco, aunque ya lo dejé atrás, afortunadamente), Política habrá siempre, con nosotros o sin nosotros y en este último caso ya sabemos que además será contra nosotros.

Sin embargo, hay otra Política con la que sí nos hemos sentido reconocidos, reconfortados, dignificados. Una Política que además ha dado metros gloriosos en la historia del cine. Si les apetece, a la vez que sigamos la actualidad cinematográfica relacionada con la política (confieso que me perdí ‘Los Idus de marzo’, habrá que arreglarlo), podremos ir recordando algunas de las películas o simplemente escenas en las que Cine y Política se tocaron, se fundieron y nos demostraron que cuando menos lo esperamos, el diablo se pone de nuestra parte (sí, es de una canción de Sabina).

Era un crío cuando me llevaron a ver Todos los Hombres del Presidente. Naturalmente, no salí de la sala queriendo ser político (garganta profunda, agg, ejem, ejem) sino queriendo ser periodista. Hasta ese mismo año (1976), no se estrenó en España una película rodada casi cuarenta años antes, ‘El Gran Dictador’. Apenas podía entenderla (si era de Charlot!!!!) hasta que pude verla y emocionarme con el discurso final, probablemente el más bello alegato por la cooperación y la paz que jamás haya encontrado cabida en el celuloide. Sí, pensándolo bien, y oyendo de nuevo aquellas palabras (¿hacemos una paradita ahora?), oyendo de nuevo que “la codicia ha envenenado el alma del hombre” (les suena, verdad, ¡cuánta actualidad!), tal vez nos encontremos con la Política hermosa, que hunde sus raíces en los mejores ideales del ser humano.

Con la Política en el Cine nos hemos reído con Ninozka, desternillado con el gran gran Josef Tura, estremecido con Schlinder, y hasta colado donde a los más poderosos ejércitos les llevó años hacerlo, permitiéndonos convertirnos en testigos de la historia.

El Cine nos ha traído, sí, muchas veces a la Política mezclada con el humor, con el horror, con el pasado reciente o con el remoto, con la vida de los otros o con la muerte del César. Para mí, sin embargo, ninguna combinación más explosiva que el cóctel de cine, política y ese gran motor de la historia que es el Amor. Para gustos están los colores, pero para mí no hay escena más arrebatadoramente política que una en la que solo se pronuncian cuatro palabras. Una escena en la que dos hombres miran con gesto preocupado a un grupo de uniformados que cantan desenfadadamente. Una escena en la que uno de ellos, llamado Viktor, cargado de certezas morales aunque arrastrando una vieja duda en el corazón, baja las escaleras con calma, cruza la sala ante la mirada atenta de su enamorada y resuelve la escena con esas cuatro palabras que dieron un giro a la guerra y a su historia de amor: “Toquen La Marsellesa. Tóquenla”.

A mí me toca poner el final de este primer post, cuya lectura les agradezco. Hay tanta de esa Política en el Cine, tantos ejemplos que nos emocionan, nos enseñan, nos zambullen en nuestra historia, que les confieso en este momento mi alegría por inaugurar con el resto de blogueros y con todos los navegantes que se asoman al otro lado del cristal este reto apasionante –sí, de película— que supone CineAndCine. ¡Acción!

En su sitio original, que os recomiendo: http://blogs.cineandcine.es/politica/

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L’incertitude (‘Toquen La Marsellesa’)

Buena parte de la prensa, no sólo española, ha recibido la victoria de François Hollande como un aldabonazo que siembra la incertidumbre en Europa. Puede ser. Lo que pasa es que muchos no lo verán mal.

Verán, si uno está plácidamente en su hamaca –“esto es vida”, que diría mi hijito— y algún sobresalto le provoca inquietud, la incertidumbre sobre lo que puede estar sucediendo fuera de nuestro control (¿es el perro, son ladrones?) se convierte en una sombra, un punto oscuro que siembra el desasosiego en nuestro corazoncito. Mal rollito, vamos. Pero si uno está subiendo, engrilletado de pies y manos, por la escalera (robusta y segura, eso sí) que le conduce al patíbulo, entonces, que se abra una puerta, se oigan voces lejanas, y asome una luz al otro lado del corredor de la muerte, pues sí, siembra inquietud pero también esperanza de que el camino seguro hacia la soga de la recesión (y al retroceso civil que acarrea, traducido en forma de paro y liquidación de los avances sociales madurados durante décadas) se detenga. Esa es la incertidumbre que viene desde la Bastilla, y no es la primera como bien saben las cabezas coronadas que daban seguridad a toda Europa hasta el 14 juillet 1789. Vive l’incertitude, mais oui!

No quería hablarles Francia. La mayoría hemos desembuchado la amalgama de sentimientos colgando en las redes sociales la escena de Casablanca en la que Viktor Laszlo desafía a la seguridad nazi, y francesa, por cierto, encarnada en el cínico e inolvidable capitán Renault: “Toquen La Marsellesa”). Pero si quería compartir apenas una pinceladita sobre otro asunto: la incertidumbre y la política.

¿Cuánto aprenderemos que si la política es como la vida la incertidumbre forma parte de ella, inexorablemente, y que la certezas son casi siempre sinónimo de fracaso? De casi todas las cosas que estábamos seguros hace apenas unos meses –no digamos unos años, no digamos hace unas poquitas décadas— apenas queda nada.

Los mismos que hace apenas unos telediarios resumían su programa en un sutilísimo “primero el déficit, segundo el déficit y tercero el déficit” (“Sutilidad”: dícese de algo que desconoce Cristóbal Montoro), ahora aseguran que no ha sido Hollande quien ha puesto la cuestión del crecimiento en la agenda europea, sino Mariano Rajoy. Vaya, vaya.

Y aquí, más cerca, quienes daban por segurísima la victoria de Arenas, ahora le echan la culpa al empedrado y al propio Javier, contra el que se ha abierto la veda, así que me lo imagino repasando compulsivamente la munición y tratando de averiguar quién de los que le rodea se está preparando para un papel en el probable remake a la andaluza de Los Idus de Marzo.

En fin, hace apenas cinco meses nada parecía más seguro que un largo período de hegemonía del PP en España, tras la explosión político-nuclear que asoló al PSOE el 20-N, mientras que anoche una cámara oculta nos hubiera mostrado a un Rajoy, en la soledad de sus tupperwares, implorando a Panoramix, el Druida galo, que algún socialista lo rescate del calabozo en el que Frau Merkel  lo tiene aun estricto régimen presupuestario de pan y agua, sistema de adelgazamiento electoral que amenaza con pulverizar los récords de la Dieta ZP en 18 meses.

Oí recientemente a alguien sostener que únicamente verán el Paraíso de la Recuperación aquellos que no duden ni titubeen aplicando las política de austeridad. Y sin embargo, yo, que estuve en Berlín (y había muchas formas de estar, pero me refiero a estar físicamente en 1989, detrás de los vopos que cuidaban, también muy seguros ellos, que no cayera aquel Muro), creo que el que menos duda, antes se la pega. Al tiempo.

PD: Perdón por mi intermitencia y gracias por vuestra insistencia, pero París bien vale una misa…

 

 

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